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La vieja guardia señala el camino
Saltaba a pista parte de la vieja escuadra: Dominguez, Ndour, Gil, Ouviña y Torrens. Garantizado el paso a cuartos, Lucas Mondelo quería pisar suelo firme desde el primer momento para ganar en confianza. Un equipo sólido que empezaba anotando con Ouviña. Gil, discreta pero eficaz participaba en un clima concentrado distribuido por Dominguez, festejado por Ndour y Torrens.
El primer cuarto se desarrolló con una aparente tranquilidad, sensación de moderado control, tensa comodidad. Maravillosas canastas a aro pasado de Gil y Queralt, detalles de calidad cuando no hay ansiedad. Con Cazorla se ganaba agilidad, su papel contra Serbia la consolida como una pieza fundamental del engranaje presente y futuro. A falta de dos minutos para el final, España se adelantaba con diez puntos de diferencia. Canadá se había descafeinado pero no tiraba la toalla.
De menos a más
El segundo cuarto comenzaba con una revitalización del papel de Canadá que acortaba distancias hasta los cuatro puntos a base de creer en sí misma y una España que seguía cómoda desplegando su juego sin prisa pero sin pausa. Astou convertía en canasta cualquier conexión: con Queralt, Conde, Palau… De ahí sus números, siempre a mejor.
Cuando España gana confianza en sí misma
El tercer tiempo se caracterizó por lograr una amplia diferencia de casi veinte puntos con la que nos permitimos mayor holgura en el juego exterior. Todas las combinaciones funcionaban, el juego fluido y el rodaje fundamental de cara a los cuartos de final.
La experiencia es un grado
El último cuarto, menos holgado pero suficiente para mantener una cierta tensión que ayudaba al equipo nacional a exigirse una concentración creativa en la resolución de las jugadas. Dominguez aparecía en un momento de excesiva calma para sumar un 2+1 que revitalizó la intensidad de juego. Comodidad que se tradujo en una diferencia final de diez puntos, fiel imagen del partido (76 – 66).
