Hace días, mientras leía una entrevista a un famoso piloto de motos, Aleix Espargaró, me llamó la atención un fragmento donde el piloto comentaba lo siguiente:
«Si no eres feliz, nada de eso tiene sentido. Por eso me lo empecé a replantear todo. Mis hijos tenían entonces seis meses. Tuve la suerte, que no tienen todos, de estar rodeado de un entorno magnífico. Ellos y mi mujer han sido claves en mi carrera deportiva, otros pilotos no han tenido la misma suerte y en determinados momentos se han perdido. Ahora todo el mundo te abraza y te sonríe. Pero hay momentos difíciles en que, si no estás rodeado de la gente adecuada, todo se hace más difícil.»
El entorno de un deportista es clave para que tenga éxito en su carrera. Y cuando digo éxito, no me refiero a llegar a la élite, como es el caso de este piloto, me refiero a crecer como persona y encontrar la plenitud a través del deporte. En edades tempranas, la familia es el pilar más importante sobre el que se sustenta un niño. Los padres y madres de los deportistas, intentan hacer lo mejor para sus hijos, como es lógico, pero en algunas ocasiones, no cuentan con los recursos suficientes para saber qué hacer para apoyarlos en el ámbito deportivo. Y no es culpa suya. Nadie les ha enseñado.
La educación emocional y el acompañamiento que puede ofrecer un profesional especializado es un medio todavía hoy infravalorado y ayuda mucho a deportistas, escuelas y clubes que han contado con ello.
Para daros una idea que podéis practicar las familias, e incorporarlo como hábito, os invito a que depositéis vuestra atención en el esfuerzo de vuestro hijo y no en los resultados que obtiene. O sea, que el final de un partido no celebremos los puntos que ha hecho, las asistencias o los tapones, sino el esfuerzo, el entusiasmo y el trabajo que le ha puesto a la actividad. Y así se lo debemos hacer saber, reforzando este criterio con nuestras palabras y muestras de cariño, para que él también ponga la atención en ello.
A veces este punto es criticado por aquellos que dicen que una vez se hagan mayores el mundo les pedirá resultados y no tendrá en cuenta sus esfuerzos. Estamos de acuerdo, pero ¿Cuántos de nosotros no querríamos cambiar el funcionamiento de algunas cosas y pensamos que deberían ser diferentes? Pues pongamos en marcha el cambio empezando por nosotros mismos.
Además, no es menos cierto que lo único que está bajo el control de nuestros niños es justamente este esfuerzo y podrán influir mucho menos sobre los resultados, ya que afectan múltiples variables sobre las que poco o nada pueden hacer : el equipo adversario, el árbitro, el entrenador, los compañeros, la suerte, una lesión… Por eso opino que no debemos debatir sobre estos aspectos y siempre debemos poner la mirada sobre la propia responsabilidad del niño, pero no sobre los resultados de sus actos, sino sobre el esfuerzo, la intención y la concentración que ha depositado al realizarlos.
Haciendo solamente este pequeño cambio como familias de pequeños deportistas permitirá a nuestro hijo/a ganar una sana autoestima y confianza, ya que sentirá que tiene más control sobre lo que hace, podrá explorar mejor sus fortalezas y los aspectos que tienen más recorrido de mejora desde una mirada serena y llena de posibilidades evitando en gran medida la peligrosa frustración, un sentimiento muy generalizado en nuestros días.
En este mundo donde tanta gente muestra una imagen de perfección, como si nunca cometieran ningún error, deciros que es a través del esfuerzo que se pueden conseguir los sueños, y cometiendo muchos errores para optar a aprender de ellos.